El garrote era una herramienta de uso cotidiano para el hombre primitivo, así como lo fueron también el hacha, el arco o la flecha. Esta simple rama de madera fuerte, le servía como instrumento de ataque para poder alimentarse.
El tiempo fue asociando este elemento al aspecto más troglodita del hombre, relacionándolo al bárbaro poco sociable que vivía en las cavernas y que golpeaba a la mujer con él para tomarla de los pelos y arrastrarla hasta la cueva para poseerla. Sin embargo, esta escena creada por la cultura machista, dista de la imagen que se tenía de lo femenino en las pinturas rupestres que quedaron como testigos. Allí puede verse a la figura de la mujer ubicada en un lugar central, destacando su poder de dar y mantener la vida. El falo, tenía más bien una relación con el culto a la divinidad, a la fertilidad o inclusive servía como amuleto de protección.
En la baraja del Tarot, hay una figura que resume este poder de la sexualidad femenina con toda su fuerza erótica: la Reina de Bastos. Esta imagen nos aleja de la idea de la práctica sexual como algo meramente reproductivo y nos ayuda a que podamos visibilizar nuestro deseo y capacidad de goce. El basto representa el fuego y por lo tanto, está ligado a las pasiones.
En la carta, podemos ver una mujer que se ha empoderado y que se relaciona con el pene con total naturalidad. Ella sabe de su potencia porque ha explorado profundamente su sexualidad (por eso el basto está esculpido). Lo apoya en su vientre y apunta al cielo, está buscando darle una salida creativa a todo su ardor interior. Si observamos mejor, vemos que también sostiene una pequeña mano artificial que señala su sexo. Con ella llama a su pretendiente, busca seducirlo, atraerlo. La mano nos revela que se relaciona libremente con los objetos que le dan placer. Puede masturbarse con ella si quisiera o también penetrarse con el basto utilizándolo como un consolador.
Aquí no se trata de ocupar un lugar masculino, de querer tener un pene. El basto excede a lo anatómico, es más bien un símbolo que habla de una masculinidad psíquica, de cómo las mujeres podemos incorporar sin tabúes el poder de una sexualidad plena allí donde el patriarcado parece habernos censurado discursivamente.
Esta Reina nos impulsa a recuperar el cetro, a volver a gobernar desde el deseo y a estar en plena posesión de nuestro derecho al orgasmo. Aún vestida con ropajes reales, inserta en un mundo social con sus códigos y normas, no pierde contacto con su libido y nos deja claro que no está dispuesta a renunciar a su naturaleza salvaje. Desea florecer, tener una vida sexual feliz. Suelta su cabello y abre sus piernas, se siente libre, se la oye gemir con un eco antiguo, cavernoso. Quizás encarne el llamado de la mujer ancestral que está adentro nuestro recordándonos quiénes somos, pidiéndonos que recuperemos un lugar perdido, que nos permitamos ser, sin pedir permiso y sin miedo a ser juzgadas por querer disfrutar con nuestro cuerpo.
Inspirémonos entonces con su imagen y veamos en ella el reflejo de lo que somos, fuimos y hemos venido a ser.
Victoria García Garcilazo
Astróloga – Tarotista
Directora de La Victoria de Venus