Hola! soy Francesca y quiero compartirles una hermosa nota que me hizo Pablo Makovsky para el Diario Cruz del Sur!
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Francesca Gnecchi dirige una boutique erótica y cuenta cómo cambian los hábitos sexuales
Pablo Makovsky
Francesca Gnecchi –magister en Comunicación por la Universidad Pompeu Fabra Barcelona, con estudios en Sexualidad Humana en el Centro de Estudios de la Sexualidad de Chile, miembro activo de la Fundación Isabel Boschi para el estudio de la sexualidad y organizadora de talleres sobre Empoderamiento Sexual Femenino– fundó y dirige en Argentina Erotique Pink, una boutique sexual femenina online que recibe mujeres, hombres y parejas que buscan potenciar el placer sexual. Especializada en sexualidad y estudiosa de tendencias que han llegado a despertar alertas, como la de los hombres en Japón, quienes rehúyen las relaciones sexuales con sus parejas y prefieren autosatisfacerse, lo que llevó a una baja de la tasa de natalidad, Gnecchi habla en esta entrevista de los hábitos de las y los argentinos que demandan sus productos en ErotiquePink.com.
—¿Cómo influyen los cambios y avances de la tecnología en los hábitos sexuales más recientes?
—Como en todo, cuando hay un uso indebido excesivo puede traer problemas. Sucede en cualquier ámbito. En el sexo en pareja, como se trata de la privacidad de cada uno, tiene que estar consentido por ejemplo filmarse. Hoy día hay parejas que se filman y lo suben a canales donde pasan películas eróticas, y en esas plataformas online los más consumidos son los videos caseros. Hay mucho de eso pero con consentimiento de las dos partes.
—¿La filmación es parte hoy del juego del placer?
—Sí, seguro, si los dos están de acuerdo es parte del juego y de lo que decida la pareja, como a quienes les gusta ser swingers. También con el tema de la tecnología está esto de que cada vez hay más avances en los juegos eróticos, como en Japón, que es el país en el que hay menos relaciones sexuales tradicionales de pareja: los hombres están casados, o tienen novia, pero por lo general no tienen relaciones y por eso los llaman los “sexless” (sin sexo). En el país hay una institución de planificación familiar en la que están en alerta y hacen campañas para que la gente vuelva a tener relaciones de pareja, porque tienen una muy baja tasa de natalidad. Eso tiene que ver con lo que decíamos del avance de la tecnología: cada vez hay más cosas en la industria de la sexualidad que hace que las parejas opten por el camino más fácil, como dicen los japoneses: en vez de pensar en una relación tradicional, en la que hay que pensar en el placer del otro, con la tecnología pueden autocomplacerse.
—Esa tendencia no debe afectar sólo a Japón.
—Seguro, no sólo pasa en Japón. Acá cada vez hay más tecnología en los juguetes y cada vez más gente que la consume. Hay países en los que se está trabajando la tecnología en 3D, a través de los anteojos de realidad virtual, que es como ver una película. También hay países en los que están avanzando con los robots sexuales, que ya es muy parecido a tener una relación con otra persona. Son tendencias que hoy pueden verse lejanas, pero todo llega.
—¿Cómo funciona la boutique sexual Erotique Pink?
—Está orientada a la mujer. En realidad es para la pareja, todos los productos pueden ser usados por los dos, pero el concepto es tratar de que las mujeres también empiecen a sacarse los tabúes, los miedos que tienen. Si bien los productos que mayormente se venden en un sex shop están orientados a la mujer –así están pensados la mayor parte de los juguetes sexuales– están ideados para que los compre el hombre. Entonces en los sex shop tradicionales la mujer se siente incómoda y empieza a reírse con las amigas, o no le gusta lo que ve, la mayoría se siente intimidada porque son lugares que en general son atendidos por hombres, están dentro de galerías, ocultos, como si uno estuviera haciendo algo prohibido y a la mujer le da vergüenza. Acá la idea era hacer una boutique más femenina, los productos que se venden son muy cuidados, delicados en el diseño, para que la mujer se atreva también a comprar.
—¿Y cuáles son los objetos más requeridos?
—En general, los vibradores. Hay unos que se llaman Rabbit, que son como de conejo y tienen una parte para la estimulación vaginal y otra más chiquita para la estimulación del clítoris, ése es el más requerido. El año pasado y este salieron unos vibradores que son a distancia y uno puede jugar con la pareja cuando está de viaje mediante una aplicación que se baja al celular, esos fueron furor este año. También están los anillos, un producto bastante accesible, se los pone el hombre y vibran. Son muy requeridos porque en muchas parejas los hombres compiten con los vibradores tradicionales o no quieren competir, y los anillos no son competencia porque se los pone ellos.
—¿Y la lencería?
—Trabajamos con una marca de Bariloche que es bastante jugada, es erótica pero le escapamos a la tradicional, a la que se vende en un sex shop, qué son más como de mujer objeto (el disfraz y ese tipo de cosas). Ésta en cambio muestra más la personalidad de una mujer fuerte, independiente y que se pone lo que quiere. Lo que me gustó mucho de esta marca es que tiene talles del 1 al 5, cuando en cualquier marca tienen del 1 al 3, entonces vienen chicas grandes que pueden comprarse un conjunto, un body o lo que sea y se sienten cómodas. Pensamos que cualquier mujer puede ser sensual y no limitarse a los talles.
—Pero son los juguetes y objetos lo que más se busca.
—Es distinto público. Algunas clientas empezaron con la lencería y se metieron en la web o nos siguieron en las redes, vinieron al showroom por lencería y después comenzaron a consumir lo demás, se animan. A veces la lencería es la que invita a pasar.
—¿Qué edades tienen en general las clientas?
—Predominan las mujeres de entre 30 y 45 años, pero después tenemos algunas clientas grandes que están solas, se separaron y vienen a buscar productos y te lo dicen así, directamente, se sienten cómodas, charlan y te cuentan. Después, algo que no esperábamos y nos sorprendió es que muchos hombres llaman y dicen que quieren regalarle algo a la mujer, para que ella se anime a usarlo. Dicen que si ellos compran algo solos la mujer después los saca corriendo, así que buscan la mirada femenina: si lo elige una mujer la esposa se va a animar a usarlo. Pasó en muchos casos, después vienen con la pareja.
—¿Con qué hábitos se encontraron en Argentina, hay diferencias entre el interior y Buenos Aires?
—Cuando viajo visito los sex shop que hay en el interior para ver qué es lo que se está trabajando y noto que ahí está como muy anticuado, como que se quedaron en el tiempo, y hay mucha gente del interior que busca algo distinto y no lo consigue. Hace poco estuvimos hablando de un producto que se llama bolas chinas, que se utilizan para un ejercicio que muchas veces recomiendan los ginecólogos, no es sólo un juguete sexual sino que se usa para ejercicio para mujeres después del parto, entre otros, tenemos una sección de productos que son también para la salud, y en el interior, o por lo menos en Mendoza, eso no hay.
—¿La boutique rehúsa esa imagen de mujer objeto y busca la de una mujer más contemporánea, empoderada?
—Claro, en Buenos Aires –que no es muy distinto al interior– si una visita los negocios se encuentra con cosas muy anticuadas. En calle Corrientes está el sex shop más grande de Argentina donde hay productos estéticos y delicados, pero están en medio de todos esos otros a los que la mujer les escapa: el disfraz de la colegiala, la mucama, cosas que la mujer ve hoy día y dice “Yo no me voy a poner ese disfraz”, acaso se va a poner una de mujer fuerte, entonces hay un cambio de mentalidad. Nosotros en el showroom tenemos a los maniquíes con ellas empoderadas.