Sin maquillaje y en pijama. Superarregladas, con tacones y vestidos. Disfrazadas o vistiendo látex. Como sea que prefieran, pero para todas la misma regla de oro: no hacer nada que no quieran.
La tecnología le dio el pie y la pandemia el puntapié a una profesión conocida, pero reversionada: las modelos webcam, un nuevo tipo de trabajadora sexual sin contacto cuerpo a cuerpo con el cliente.
Giuliana –su nombre es real pero trabaja con seudónimo– transmite en lencería. Producida. Si le van a pagar, tiene que ser por “algo” que los usuarios no consigan en otro lado.
Bruna –su nombre como camgirl– sube fotos a las redes con el recorte que ella elige: “La idea de que a esa persona, que está haciendo un show para vos, te la podés encontrar en el colectivo, garpa”, contó a Diario Con Vos.
Giuliana y Bruna compartieron su experiencia en este universo laboral naciente que crece de forma vertiginosa: Hoy en día se estima que cada 24 horas se unen entre 6 mil y 7 mil nuevos creadores de contenidos a Onlyfans y 200 mil nuevos usuarios. Esta red social pensada para adultos -donde los creadores de contenido pueden publicar videos e imágenes de todos los tipos y categorías, incluyendo las de contenido erótico y/o sexual y que, a diferencia de las redes sociales clásicas, no censura- en los últimos cuatro años alcanzó por lo menos unos 1.000 millones de dólares en transacciones.
Giuliana trabaja en Colombia –el mayor proveedor de modelos webcam del mundo. “Hay un estudio en cada esquina y todo el mundo sabe que existe OnlyFans”. Menudita, con la actitud de una femme fatale, la encantadora venezolana de 30 años se pasea delante de la cámara con la sonrisa desplegada, los ojos delineados con precisión y la piel de una japonesa.
“Me daba miedo meterme porque no sabía con qué me iba a encontrar –contó Giuliana desde el estudio donde, por lo menos, tiene que transmitir durante 5 horas continuas aunque el ideal es que sean 8–. Luego conseguí este lugar que es supertranquilo: nunca me sentí incómoda”. El estudio para el que trabaja le pide que sea mayor de edad, que tenga un documento vigente, pero, ante todo, que le sobre “actitud”. Desde su casa no podía llevar adelante el trabajo porque vive con una sobrina menor de edad.
La “empresa” le resuelve el tema del dinero: cada 15 días le depositan su plata pasada a pesos colombianos en la cuenta -previo el retiro de una comisión- y la asesoran para escoger a qué plataforma subir el contenido.
Según Giuliana, hay una fantasía entre las personas que barajan la posibilidad de trabajar como modelos webcam: creen que van a poder vender fotos de pies y “la van a pegar”. “Para nadie es un secreto que este trabajo siempre fue mejor remunerado que la mayoría de los convencionales”, reconoció Giuliana. Pero los fetiches de los usuarios van mucho más allá de los pies… aunque a ella un tipo le pagó un privado porque quería verle el cuello: “que lo extendiera lo más atrás posible y tragara saliva para que él viera cómo me pasaba por la garganta”. Otros le pagan solo porque la quieren ver dormir. Porque sonríe. Porque es linda.
“Me gusta poder facturar con lo cotidiano. ¿Quién no ha pasado fotos en bolas gratis? Pero no es plata fácil, hay que dedicarle horas y enfrentarse a gente loca y rara, además de que tu contenido está a merced del mundo entero y que nunca se va a borrar”.
Para Giuliana, es un concepto “muy cool” que poco tiene que ver con el sexo de los cuerpos en presencia. “Es hacerle creer al usuario que me está cogiendo cuando en realidad no me está tocando ni un pelo”, dice y es como estar viendo alguna escena de The Deuce ( serie que retrata los principios del porno en New York allá por los 70s y los 80s) donde los tipos, en una cabina, miraban a través de la ventanita un show privado que le “dedicaban” las chicas. Acaso como la precuela de esta modalidad, donde – según esta modelo cubierta de porcelana- “las personas se sienten con más libertad de ser quienes realmente son”.
-Es hacerle creer al usuario que me está cogiendo cuando en realidad no me está tocando ni un pelo. (Giuliana)-
Para Francesca Gnecchi vivimos en una sociedad que hace un recorte de la sexualidad “coitocentrista o falocentrista”. Citando las imágenes de los pueblos antiguos -japoneses, romanos- , la periodista diplomada en sexualidad advierte que “hay mucho más”. “Por eso, estas modalidades permiten que las personas a las que las erotizan determinados objetos o partes del cuerpo, a quienes se les dificulta encontrar a otra que los comparta en la cultura tradicional, encuentran en estas plataformas y páginas la posibilidad de llevar a cabo su fantasía”.
En ese sentido, Bruna contó: “Me da satisfacción colaborar con que la sexualidad se libere y que, al menos por un momento, en un lugar seguro, el otro tenga la posibilidad de expresar lo que le gusta”.
-Las personas a las que las erotizan determinados objetos o partes del cuerpo encuentran en estas plataformas la posibilidad de llevar a cabo su fantasía- (Francesca Gnecchi, periodista diplomada en sexualidad)
La especialista entiende que uno de los motivos por los que las personas eligen tener sexo “consigo mismas” en estas plataformas es que la experiencia del sexo casual (del que declara estar completamente a favor) “cada vez tiene menos compromiso” con el otro. Y, advierte Gnecchi, la poca empatía y el poco respeto “son peligrosos”.
Con la pandemia y el boom de la interacción virtual, OnlyFans tomó relevancia en la agenda mediática – famosos como Flor Peña anunciaron que comenzarían a subir contenidos allí-. La plataforma nació en 2016 como un punto de encuentro entre los artistas y sus fans. Y en 2018, cuando Leonid Radvinsky, dueño del sitio web de sexo en vivo MyFreeCams, compró el 75% de OnlyFans, mutó hacia la identidad que tiene hoy en día..
“Los medios de comunicación romantizaron OnlyFans”, observó Georgina Orellano. Para la secretaria general de AMMAR (sindicato de trabajadoras sexuales de Argentina), “vendieron la idea de que las trabajadoras se podían hacer millonarias publicitando fotos de sus pies y eso no es cierto”. “Nosotras conocemos otra realidad: compañeras que han mantenido sus hogares durante toda la pandemia sin ingresos, que han tenido que rearmarse de estrategias comunicacionales, invirtiendo dinero en hacerse books de fotos y tiempo en pensar contenidos para conseguir subscriptores”.
-Los medios vendieron la idea de que las trabajadoras se podían hacer millonarias publicitando fotos de sus pies- (Georgina Orellano, secretaria general de AMMAR)
Orellano dijo que la demanda creció cuando, en la pandemia, las trabajadoras se vieron imposibilitadas a salir a trabajar y el ministerio de Salud recomendó acudir al sexting para evitar los encuentros presenciales. “Tiene ventajas y desventajas -dijo Orellano–. Estás en tu casa, definís el contenido que querés subir y a qué país querés llegar. Pero tener que ocultar el rostro, porque en algunos casos las familias no saben a qué se dedican les trabajadores, trae complicaciones a la hora de cobrar”. Además, Orellano comparó el trabajo sexual en plataformas con el de las apps de delivery por la precarización y la dificultad para sindicalizarse.
“Hay muchos trabajadores y trabajadoras que buscan contactar clientes mediante apps de contenido adulto o chats para no transitar el espacio público y evitar la persecución policial -remarcó-. Hoy el trabajo callejero es el más afectado por la violencia institucional y las detenciones arbitrarias”.
Siempre le interesó el mundo del erotismo y la pornografía. Se enteró que no era inaccesible, que para laburar en el ambiente no tenía que irse a Los Ángeles. Averiguando, supo que había chicas que trabajaban en eso y compartían sus experiencias en diversos foros. Además, un amigo suyo transmitía por Camforn, plataforma en la que se suben contenidos gratuitos por “amor al exhibicionismo” o por dinero.
A los 19 años arrancó en MyFreeCams con webcams en vivo. Se sumó a un grupo de colegas y se enteró que las transmisiones se cobraban mediante una tarjeta prepaga internacional, First choice Pay: luego la compañía quebraría y muchos chicos y chicas perderían la posibilidad de sacar su dinero.
-No me escandaliza nada. Por eso es el trabajo ideal para mí- (Bruna)
En MyFreeCams calculan el tiempo y la cantidad de “tips” (propinas) que ganan les trabajadores, y así la plataforma resuelve en qué lugar de la página ubicar el perfil: “aunque sea freelance, es competitivo”, advirtió Bruna.
Paseó por varias plataformas, siempre usando el geobloqueo para que sus videos no se difundieran en Argentina ni en países limítrofes. Y se manejaba con público extranjero, aprovechando que habla inglés. A medida que entraban los tips, se sacaba una prenda hasta lograr el objetivo del camshow. “Más o menos explícito, según lo que quería yo. Hay camgirls que ni se sacan la ropa”.
Pasó del “cameo” al catálogo de videos. Subía los contenidos a otras plataformas pero de nuevo: problemas con el método de pago. Así, con la pandemia, reactivó castellanizando sus redes y se dedicó a la venta directa en Argentina y Latinoamérica. “Fue un boom por el encierro”, contó.
Ahora tiene su canal de Telegram. Ahí se mudaron muches trabajadores por la censura de las otras redes sociales, donde nada es muy “friendly” a partir de la ley estadounidense “FOSTA CESTA”, que combate la trata de personas con fines de explotación sexual y su oferta en Internet. También sube contenidos a Loverfans, alternativa más viable que OnlyFans, que actualmente no incorpora nuevos chicos y chicas.
Telegram cuenta con funciones que permiten bloquear las capturas de pantalla de los chats secretos, el envío de mensajes con autodestrucción luego de un tiempo, o incluso la posibilidad de la eliminación de chats, videos y fotos enviados si no hay logueo a la cuenta en un cierto tiempo.
Hay sexting, videollamadas, novia virtual por semana o por quincena. Hay servicios directos de humillación o de dickrate (les trabajadores opinan sobre las imágenes del pene que le mandan los usuarios). El único límite es la pedofilia y la zoofilia.
Para Bruna, intuitiva y juguetona -impetuosamente frágil-, es clara la diferencia que hay entre mirar videos gratis y pagar por estos contenidos: “A los clientes les interesa determinada persona y el contenido es lo que quieren ver en ese momento, pero lo más importante es la comunicación directa con el otro”.
A Bruna le pidieron de todo: que se toque arriba de una moto con las zapatillas más sucias que tenga; que haga roleplay como la exmujer del cliente y le cuente “lo bien que me coge mi novio actual”. “Podés elegir hacerlo o no… a mí no me escandaliza nada –contó–. Por eso es el trabajo ideal para mí”.